En estos tiempos en que las felicitaciones navideñas corren vía móvil, repetidas, impersonales, a veces incluso poco navideñas, los alumnos de la PROVI han apostado por las clásicas tarjetas, escritas a mano, como debe ser.
Tarjetas que salen del corazón, que se escriben con el alma, que se dibujan, que se decoran con los mejores deseos, que se firman. Ninguna igual a otra, porque sus destinatarios también son únicos.
Y así, las tarjetas partieron en dos direcciones. Una parte, de mano de Carmen y de Jesús, llegó al Hospital Príncipe de Asturias, donde fueron recogidas y repartidas por el personal sanitario; otra parte llegó a la Residencia de Mayores Amavir, de la mano de un grupito de alumnos y alumnas. La caja que portaba las tarjetas llevaba también todo el cariño y la ilusión de los que no pudieron ir, pero enviaban sus mejores deseos navideños a los mayores.
Ellos han vivido ya muchas Navidades, probablemente han escrito y recibido muchas de esas tarjetas, pero recibieron con un agradecimiento infinito las que les llegaban de mano de estos chicos y chicas, que al principio se mostraban muy tímidos y no sabían muy bien cómo actuar, pero que poco a poco fueron cogiendo confianza.
Preciosa experiencia y regalo de Navidad anticipado para estos alumnos que se convirtieron en nietos adoptivos por un rato; escucharon experiencias, compartieron vivencias y recibieron innumerables muestras de cariño.